Rincones de Cuenca para caer en la tentacion

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Rincones de Cuenca para caer en la tentacion

Rincones de Cuenca para caer en la tentacion

Somos contadores de historias, y Cuenca es una de esas ciudades llenas de leyendas, de historias, de rincones. Hoy te queremos hablar de esos rincones donde a veces uno se pierde para caer en la tentación...

Bajo el precepto de la defensa de los principios de la moral cristiana, hubo un tiempo en España (concretamente entre 1939 y 1975) en el que no estaba bien visto que las parejas se dieran muestras de amor en público; y menos aún si vivían en pecado sin haberse casado. Esto llevaba incluso a personas anónimas, que se erigían en garantes y guardianes de la moral, a actuar de oficio y denunciar a los atrevidos que osaban unir sus pieles a la vista de alguien. Claro, que había momentos o lugares en los que no había bastantes voluntarios y aquí era donde acudían los apasionados a buscar intimidad.

Decía Oscar Wilde (Dublín, 1854) que la mejor manera de evitar la tentación es caer en ella. El problema era que, en esa época, pocos sitios eran aptos para caer en la tentación: en las casas estaban los padres y se sabe que hasta el matrimonio, nada que se alejara de un leve roce o un amistoso beso en la mejilla estaba aprobado; en la calle, peor aún porque si no eran los “guardianes de la moral”, eran los guardianes a secas los que lo evitaban. Pocos sitios quedaban alejados de la vigilancia.

Pues a pesar de todos estos impedimentos, el amor y la pasión conseguían abrirse paso para conseguir llevar a cabo su misión. En Cuenca, concretamente en la Ronda Julián Romero del casco antiguo, hay un lugar que es perfecto para dejarse llevar por la tentación: el cristo del pasadizo. Tras cruzar el mirador Florencio Cañas, dejando a nuestras espaldas la catedral, nos adentramos bajo un antiguo edificio de varias alturas, donde debería estar el primer piso. Cuando cae la tarde y luz va volviéndose más tenue, es cuando las parejas acudían para dejarse llevar y hacer cosas que en otros sitios eran impensables. El mal estado de la calle en esa época, la despoblación de esa zona de la ciudad y las malas temperaturas en algunas épocas del año, llamaban a gritos a esos jóvenes diciéndoles que ahí iban a estar a salvo.

Sabemos que en esa época no había aún una tecnología capaz de montar un circuito de videovigilancia, pero eso no era impedimento porque contaban con una ayuda mejor para evitar estos encuentros: la ayuda divina. Es por ello que desde entonces el Cristo del Pasadizo vela por todos los conquenses desde su privilegiada situación. A propósito de la conclusión de las obras para mejorar el estado de la calle, la persona encargada de inaugurar la mejora se refería de este modo a la instalación del cristo:

 “En los lugares que puedan prestarse a ciertas libertades o inmoralidades, pensamos colocar algún motivo que provocase el respeto de los ciudadanos. Este crucifijo, en este sentido, ha logrado el resultado previsto”. Así conseguían disuadir a toda persona que bajo el amparo de este pasadizo quisiera atentar contra los valores de la moral. A ojos de Cristo, se tornaba imposible la concentración y las parejas frustradas se veían obligadas a abandonar su empresa o buscar otro sitio que no gozara de esta protección.

Pero ¿queréis saber por qué el cristo se encuentra tras una reja? Como no nos gusta hacer spoilers, podeís acompañarnos este Puente de Diciembre en las visitas guiadas y tours que ofrecemos a la ciudad de Cuenca y todas sus leyendas (más info).

Nos vemos Cuenqueando!

 

Fotografia Carlos Gonzalez



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